Uno de mis escritores favoritos es Mario Levrero. Una de sus novelas es "La Novela Luminosa", la que está armada como un diario de vida y que se convierte en sus últimas páginas en "luminosa", y claro...después de que leíste cerca de 500 páginas de un diario de vida, la novela luminosa te hace mucho sentido y termina conmoviendo inmensamente.
La parte que es diario de vida discurre sobre diversos tópicos, todos disímiles entre sí, aunque una de los temas tratados que me atrapó fue el tema de las palomas. Frente al departamento del escritor hay unas palomas que se juntan, pronto descubre que se reúnen en torno a una paloma muerta, y a propósito escribe: “Me pregunté qué sabrían de la muerte las palomas”. Y bueno, hay muchas referencias a esa paloma que yace en la azotea del edificio que está frente al de Levrero.
Comenzaron a venir dos palomas a posarse sobre la caja externa del aire acondicionado de una oficina que está frente a la mía, y cuyo aparato de aire queda prácticamente pegado a mi ventana, y casi completamente flanqueado por planchas que son la prolongación del techo, por lo que se trata de una ubicación que es muy intrincada, hasta para un humano. Puse atención y me subí un par de veces a una silla para mirar si es que estarían construyendo un nido,pero no había nada. Las palomas venían a instalarse todos los días, e incluso llegaban antes que yo. A partir del lunes de la semana pasada me fijé que llegaba sólo una, y hace tres días me subí sobre la silla nuevamente para mirar como la otra estaba incubando los huevos y me encuentro con que está tumbada de costado, muerta. La otra sigue viniendo, cada vez menos, pero viene y a ratos me parece que contempla a la que está muerta.
Te contesto Levrero, aunque póstumamente, si me lo permites:sí, estoy segura que las palomas saben de la muerte.
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